jueves, 23 de julio de 2015

Creta. La isla del aceite de oliva





Por Josep A. Borrell, Periodista e historiador

Dicen que cuando Hitler decidió invadir la isla de Creta el 25 de abril de 1941 no las tenía todas, pero aun así mandó que se llevara a cabo la primera operación aerotransportada de la historia, es decir, ocupar la isla desde los mismísimos cielos. Así es, Sprung nacht Kreta, “saltar sobre Creta”, dicen que pronunció ese día el Führer desde la cancillería de Berlín, y por primera vez en la historia de la humanidad 10.000 paracaidistas saltaron  al vacío desde el aire para intentar invadir la mayor isla de Grecia, como quizá lo habían soñado alguna vez los mismísimos dioses del Olimpo.


Esta acción de guerra,  se hizo en el marco de una acción más amplia que ha pasado a los anales de la historia como “Operación Mercurio”, el dios latino que tenía como misión conducir a los infiernos las almas de los muertos, y tal vez porque no se puede jugar con la mitología a la ligera dicha invasión no fue exitosa del todo, pues los alemanes tuvieron excesivas bajas y jamás volvieron a repetir la experiencia. Eso sí, consiguieron su objetivo: ocupar  la tierra natal de Zeus.



La cuna de la dieta mediterránea
Desde entonces ha llovido bastante, incluso en una isla tan poco agraciada en lluvias como Creta. La Segunda Guerra Mundial es pura historia y la anécdota de la primera operación aerotransportada ni tan siquiera es recordada por el más aventurero del lugar.

Eso sí, Creta es bastante alemana. No como la llegara a imaginar un día Adolf Hitler en 1941, pero sí por el importante número de turistas germanos que cada año la visitan. Tres millones de viajeros acuden a la isla cada año, de los cuales más de la mitad proceden directamente de la República Federal Alemana. Unos valores, tanto absolutos como relativos, nada despreciables para el presente de los cretenses.

Pero de lo que aquí se trata no es de evaluar la economía de Creta sino de interpretar una isla que ha sido vital para la cultura mediterránea, y que por eso lleva atrapando a los alemanes desde que la descubrieron. Alemania siempre ha sufrido de una terrible “mediterranitis” en su historia que le ha llevado a soñar con el Mare Nostrum en numerosas ocasiones. Pero sin adentrarnos en detalles, que quizá pecan en exceso de actualidad, hay que reconocer que algo de razón sí tienen los germanos ¿Quién no sufre de amor por el Mediterráneo cuando éste se descubre? Y Creta es, sin duda, una de las joyas del perfumado jardín mediterráneo. No solo eso. Probablemente sea la cuna de lo que hoy llamamos “mediterranean way of life”, especialmente en cuanto a valores y gastronomía.



No entraremos en temas de caracteres en este escrito, pero sí incidiremos en lo culinario, especialmente en relación al principal icono de la dieta mediterránea: el olivo.  Así es, algunos historiadores cuentan que hace entre 6.000 y 4.500 años se empezó a desarrollar la agricultura en el Egeo. En el norte de Grecia se hizo en torno a la cebada y el trigo, como en tantos lugares de Europa, mientras en la isla de Creta las especialidades escogidas fueron la vid y el olivo, una apuesta que a la postre resultó más interesante.

Los arqueólogos han descubierto que en los almacenes de las primeras ciudades de Creta, como Knossos, había capacidad para almacenar hasta 250.000 litros de aceite para alimentar la compleja red de artistas y burócratas que vivían en los palacios laberínticos de Creta durante la citada etapa minoica, cosa que al parecer la agricultura cerealística del continente no podía permitirse. Por tanto, de alguna manera, la pasión que tenemos actualmente en el Mediterráneo por el vino y aceite deberíamos agradecerla, en gran parte, a los cretenses.

Varios miles de años más tarde, cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, salió a la luz otro dato fundamental para entender la importancia de Creta en la cultura mediterránea. En 1948 el profesor de la universidad norteamericana de Princeton Leland G. Allbaugh empezó a darse cuenta de que a pesar de la supuesta deficiencia alimenticia (creída por el bajo consumo de carne) de los cretenses, éstos disfrutaban del índice de enfermedades coronarias más bajo de Occidente: se había descubierto un filón, que iba a conducir a conocer el secreto de la alimentación mediterránea, y que fue reconocido por la Unesco en 2010 al considerar esta dieta como patrimonio de la humanidad.


Creta es la isla más mediterránea del Mediterráneo. Aquí creció hace más de cuatro mil años la primera de las grandes civilizaciones de la historia de Europa  gracias a la vid y el olivo, y desde entonces, a menudo desde el olvido, este rincón que cierra el Egeo por el Sur ha sido capaz de labrar una de las culturas más genuinamente mediterráneas, hasta el punto de inventar una cultura, la nuestra, la del mar nuestro.

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