Por Josep A. Borrell, Periodista e historiador
Dicen que cuando Hitler decidió invadir la isla de Creta
el 25 de abril de 1941 no las tenía todas, pero aun así mandó que se llevara a
cabo la primera operación aerotransportada de la historia, es decir, ocupar la
isla desde los mismísimos cielos. Así es, Sprung nacht Kreta, “saltar sobre
Creta”, dicen que pronunció ese día el Führer desde la cancillería de Berlín,
y por primera vez en la historia de la humanidad 10.000 paracaidistas saltaron al vacío desde el aire para intentar invadir
la mayor isla de Grecia, como quizá lo habían soñado alguna vez los mismísimos dioses del Olimpo.
Esta acción de guerra,
se hizo en el marco de una acción más amplia que ha pasado a los anales
de la historia como “Operación Mercurio”, el dios latino que tenía como misión
conducir a los infiernos las almas de los muertos, y tal vez porque no se puede
jugar con la mitología a la ligera dicha invasión no fue exitosa del todo, pues
los alemanes tuvieron excesivas bajas y jamás volvieron a repetir la
experiencia. Eso sí, consiguieron su objetivo: ocupar la tierra natal de Zeus.
La cuna de la dieta
mediterránea
Desde entonces ha llovido bastante, incluso en una isla
tan poco agraciada en lluvias como Creta. La Segunda Guerra Mundial es pura
historia y la anécdota de la primera operación aerotransportada ni tan siquiera
es recordada por el más aventurero del lugar.
Eso sí, Creta es bastante alemana. No como la llegara a
imaginar un día Adolf Hitler en 1941, pero sí por el importante número de
turistas germanos que cada año la visitan. Tres millones de viajeros acuden a
la isla cada año, de los cuales más de la mitad proceden directamente de la
República Federal Alemana. Unos valores, tanto absolutos como relativos, nada
despreciables para el presente de los cretenses.
Pero de
lo que aquí se trata no es de evaluar la economía de Creta sino de interpretar
una isla que ha sido vital para la cultura mediterránea, y que por eso lleva
atrapando a los alemanes desde que la descubrieron. Alemania siempre ha sufrido
de una terrible “mediterranitis” en su historia que le ha llevado a soñar con
el Mare Nostrum en numerosas ocasiones. Pero sin adentrarnos en detalles, que quizá
pecan en exceso de actualidad, hay que reconocer que algo de razón sí tienen
los germanos ¿Quién no sufre de amor por el Mediterráneo cuando éste se
descubre? Y Creta es, sin duda, una de las joyas del perfumado jardín
mediterráneo. No solo eso. Probablemente sea la cuna de lo que hoy llamamos
“mediterranean way of life”, especialmente en cuanto a valores y gastronomía.
No entraremos en temas de caracteres en este escrito,
pero sí incidiremos en lo culinario, especialmente en relación al principal
icono de la dieta mediterránea: el olivo.
Así es, algunos historiadores cuentan que hace entre 6.000 y 4.500 años
se empezó a desarrollar la agricultura en el Egeo. En el norte de Grecia se
hizo en torno a la cebada y el trigo, como en tantos lugares de Europa,
mientras en la isla de Creta las especialidades escogidas fueron la vid y el
olivo, una apuesta que a la postre resultó más interesante.
Los arqueólogos han descubierto que en los almacenes de
las primeras ciudades de Creta, como Knossos, había capacidad para almacenar
hasta 250.000 litros de aceite para alimentar la compleja red de artistas y
burócratas que vivían en los palacios laberínticos de Creta durante la citada
etapa minoica, cosa que al parecer la agricultura cerealística del continente
no podía permitirse. Por tanto, de alguna manera, la pasión que tenemos
actualmente en el Mediterráneo por el vino y aceite deberíamos agradecerla, en
gran parte, a los cretenses.
Varios miles de años más tarde, cuando acabó la Segunda
Guerra Mundial, salió a la luz otro dato fundamental para entender la
importancia de Creta en la cultura mediterránea. En 1948 el profesor de la
universidad norteamericana de Princeton Leland G. Allbaugh empezó a darse
cuenta de que a pesar de la supuesta deficiencia alimenticia (creída por el
bajo consumo de carne) de los cretenses, éstos disfrutaban del índice de
enfermedades coronarias más bajo de Occidente: se había descubierto un filón,
que iba a conducir a conocer el secreto de la alimentación mediterránea, y que
fue reconocido por la Unesco en 2010 al considerar esta dieta como patrimonio
de la humanidad.
Creta es la isla más mediterránea del Mediterráneo. Aquí
creció hace más de cuatro mil años la primera de las grandes civilizaciones de
la historia de Europa gracias a la vid y
el olivo, y desde entonces, a menudo desde el olvido, este rincón que cierra el
Egeo por el Sur ha sido capaz de labrar una de las culturas más genuinamente mediterráneas,
hasta el punto de inventar una cultura, la nuestra, la del mar nuestro.